jueves, 3 de marzo de 2011

¿OBLIGADOS A EJERCER UN DERECHO? *



En abril el pueblo peruano,  una vez más en sus ciento noventa años de vida democrática, exceptuando los tiempos de dictadura, se prepara para ir a las ánforas y así votar por un nuevo gobernante y los que serán llamados “Padres de la Patria” o sea,  los que  ocuparán un escaño en el Congreso  de la República  por otros cinco años.  Como es de costumbre aquí y en todos los  lugares del mundo donde se vive estos aires de libertad, todo lo que es comunicación y espacios públicos se llenan de propagandas partidarias, presentando al ciudadano votante el candidato, que de ser electo, dará solución a los grandes problemas peruanos que en toda su historia democrática parece no haber sido nunca solucionado en su esencia, como son entre otros salud, y desde el tiempo de la colonización, el sector educación.

¿Por qué obligados a ejercer un derecho?  ¿Es que el derecho que tiene cada persona no se encuentra dentro de la posibilidad de ser ejercida o no por quien la ostenta? Estas podrían ser algunas de las preguntas que se hacen, los que desilusionados  por tantas promesas hechas y nunca cumplidas, tendrán una vez más que participar de algo que ya en sus vidas perdió su verdadera razón.  Los votantes que tienen un recto  conocimiento  de lo que es, y para qué sirve votar  por los próximos líderes de nuestro país, se sienten más que con derecho, obligados a tener que hacerlo, cuando consideran que ninguno de los candidatos es apto para el puesto y saben que hasta el voto en blanco podría favorecer a quien según su criterio, entre todos los inadecuados, es el menos indicado para tal puesto.

Muchos de los que defienden la necesidad de que el voto sea obligatorio, se encuentran en carrera política. Otros sectores, también defienden esta posición, aduciendo que es la manera de demostrar que se ama al país. Sin embargo, que tanto hacen los responsables del bien del pueblo por educar a la gente de tal manera que su voto sea coherente con el bien común?
Hoy se escucha las siguientes observaciones: “¿Por quién vas a votar?, si lo haces acuérdate de que sea por el que le va a dar un puesto a tu papá, a tu tía, o hermano, o xxx”, o sucede que la familia es por tradición de tal partido y votará por los candidatos de “su partidó”. Los motivos de elección han pasado a ser, de un voto por el bien general, y con buen criterio, al voto por un bien particular y que en su mayoría de veces es “egoísta”.

La mayor parte de nuestro pueblo no tiene un conocimiento intelectual verdadero de lo que es política, y mucho menos del ejercicio democrático y político que le corresponda. Esto se demuestra cuando se escucha en muchas personas decir “la política está podrida”, limitándose la opinión pública del quehacer político, a los que la ejercen desde algún partido específico y de manera inadecuada.


Lamentablemente, en esa realidad llega el periodo de elecciones, los contendores como parte de su estrategia, sacan los trapitos al aire de algún otro contendor, cosas que muchas veces han sido de su conocimiento desde tiempos atrás, pero como no era tiempo electoral, lo callaban volviéndose cómplices de la patraña: Los oponentes comienzan a pensar conjuntamente con sus asesores en como opacar a los adversarios y no en como poder iniciar un verdadero cambio desde las bases. Ante tantas incoherencias, y falta de atención por eliminarlas, uno llega a la triste realidad de que no hay candidato óptimo, pero la necesidad, como también la falta de educación e instrucción del pueblo, sobre todo en cuestiones políticas hace que se conviertan en víctimas a conquistar prometiéndoles posibles migajas del gigantesco pan que han de tener si el candidato sale electo.  

Es interés y necesidad de pocos, que esta ignorancia se mantenga, sobretodo en cuestiones políticas,  pues gracias a ella los de gran base económica y por ende poder, la saben muy bien explotar.

Por consiguiente, la libertad deja de ser libertad cuando se convierte en deber, pues el deber exige obligación y el obligado, casi siempre, no actúa libremente. Con toda esta realidad y sin el deseo de ser pesimista, ¿estamos obligados?  
















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*  Esta reflexión ha sido elaborada por el P. Juan Carlos Sáenz Vargas, sacerdote y misionero peruano que pertenece a la Diócesis de Tegusigalpa, Honduras, y está visitándonos por Lima a espera de un nuevo destino misionero en los EE.UU.

















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